16 octubre, 2006

la virtud de la eubolia

TENGA LA VIRTUD DE LA EUBOLIA (cap. IV de El Político - Azorín)

La virtud de la eubolia consiste en ser discreto de lengua, en ser cauto, en ser reservado, en no decir sino lo que conviene decir.

No se desparrame en palabras el político; no sea fácil a las conversaciones y conferencias con publicistas y gaceteros; cuando haya conferenciado con alguien sobre los asuntos del Estado, no vaya pregonando lo que ha dicho, por qué lo ha dicho y cuál ha sido la causa de no haber dicho tal otra cosa. Si le apretaren para que diga algo del negocio tratado, si le instaren informadores y periodistas, no tenga nunca una negativa hosca o simplemente fría, correcta; sepa disimular y endulzar la negativa con una efusión, un gesto de bondad y cariño, una amable chanza.

Es achaque de hombre vulgares el descubrir a todos sus pensamientos. El cuerdo sabe que aun cuando una cosa se puede decir abiertamente, conviene, sin embargo, irla descubriendo poco a poco, con trabajo, con solemnidad, para que así lo más vulgar tenga apariencias de importancia.

Otra cosa hay que es necesario también tener en cuenta: y es que hombre reservado es mirado siempre con cierta consideración, con cierto interés. Mantener la duda respecto a la opinión que tenemos sobre tal o cual asunto o acontecimiento es mantener la expectación. Y esta duda, esta perplejidad, esta incertidumbre de público respecto a nosotros, forma como una aureola que envuelve nuestra persona y la realza. Gana, pues, más para la fama quien calla, quien no dice sino lo preciso, que quien deja que corran y se espacien sus profusas palabras en millares de hojas.


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Nihil humani a me alienum puto (Terencio)