03 noviembre, 2006

las malas palabras

citas de Las malas palabras de Ariel Arango (gracias a Espartaco)

"Hemos analizado hasta ahora una serie de “malas” palabras: teta, chupar la teta o la pija, mierda, cagar, mear, romper el culo, hacerse la paja... Hemos mirado, también, en los recovecos secretos de la crueldad y la sumisión. Y hemos descubierto como causa de la prohibición de todos estos vocablos la necesidad de negar aspectos de nuestra naturaleza humana. Además, hemos advertido la imposición de olvidad un trozo de nuestro pasado. Penetramos, en
fin, en el mundo del tabú. Pero no llegamos aún al momento supremo de la experiencia sexual y, por lo tanto, tampoco, a la suprema prohibición. Al dominio más severamente vedado, es decir, a la inefable experiencia del coito. Es allí donde la interdicción moral alcanza su altura más elevada, su fuerza más tremenda. Son las palabras más terribles: ¡coger!... ¡pija! y, por sobre todo,
¡concha!...
Éstas son voces definitivamente expulsadas de cualquier diálogo culto. Están, además, por supuesto, excluidas de cualquier diccionario decente. Y es inimaginable oírlas en los labios de una maestra en un aula escolar. Provocan al pronunciarlas, más que ninguna otra de sus hermanas un decidido efecto alucinatorio. Y en cualquier diálogo su introducción subrepticia es fuertemente conmovedora. Las voces pija y concha reproducen con gran fidelidad e impacto visual los órganos genésicos. Su figura, su tamaño, su color y a veces, incluso, hasta su
olor. Lo vemos con todo su encanto y esplendor. Pero lo que resulta para nosotros especialmente interesante es que ninguna de las pinturas pompeyanas del coito se observan francamente... ¡los órganos genitales! A veces se evidencia el pene, pero la vulva nunca aparece en primer plano. A lo sumo podemos observar su vello. Y esto es muy significativo para comprender, todavía mejor, la jerarquía vigente entre las “malas” palabras. Nos permite precisar aun más sus valores, ya que no es difícil sospechar que lo menos representado es lo más prohibido. La concha es, así, por exclusión, la visión más condenada.
La Raccolta pornográfica confirma nuestro aserto. Es la colección de objetos obscenos rescatados de Pompeya. Fue denominada así por Alejandro Dumas, père (1802-1870). Aún conserva ese nombre y constituye un documento invalorable de nuestra herencia cultural. En sus más de doscientas cincuenta hojas y objetos eróticos con que cuenta, las reproducciones fálicas se repiten obsesivamente: relieves, estatuas, frescos, fuentes, trípodes, esculturas, vasos, sarcófagos, espejos, platos, ánforas, lámparas... En este insólito elenco pornográfico el miembro masculino se presenta en las más diversas formas, tamaños y colores, pero no aparece, en cambio... ¡una sola vulva!
Ella es la gran ausente. Y ello es así porque falta lo que no debe estar. Sobre ella cae, pues, evidentemente, la suprema prohibición, ya que no se ve sino lo que no deber verse. ¡Ni aun en un burdel!
La concha es, sin duda, la verdadera imagen imposible. Pero la vulva no es sólo un rostro. Es todavía mucho más. Es, incluso, también, un ser independiente. Un doble de la mujer. O, mejor aún, la mujer no es más que su prolongación. Un atributo.
Lady Chatterley preguntaba a su amante:
-¿Qué es la concha?
-¡Cómo, no lo sabes! ¡Una concha! Lo que sos vos, ahí donde estás; y lo que
te poseo yo cuando estoy dentro tuyo; eso es, todo junto.
-Todo junto –rió ella-. ¡Concha! Entonces significa copular.
-¡No, no! Coger es sólo lo que hacés vos. Los animales cogen. Pero la
concha es mucho más que eso. Sos vos misma, ¿comprendés?... 110
La prohibición de pronunciar “malas” palabras muestra ahora, como nunca, sus perniciosos frutos.
Los términos obscenos tienen gran capacidad para convocar a los afectos. Despiertan la pasión. Al no usarlos, por lo tanto, el ser humano se impide experimentar vívida y auténticamente su naturaleza sexual. Y traba de este modo la armoniosa evolución de su vida erótica. Frustra la espontánea integración de todas las manifestaciones del instinto en la suprema floración del orgasmo. El inefable momento, como decía el poeta latino Lucrecio (c. 99-55
a.C.) en que:
...jam praesagit gaudia corpus,
Atque in eo est venus muliebra conserat arva. 121
“… el cuerpo presiente el placer, a punto de la siembra en la mujer”.
Por ello, para alcanzar con naturalidad el éxtasis es menester hablar. Romper el silencio allí donde se encuentran los cuerpos. Y hablar, por supuesto, obscenamente. Es necesario chupar, no sólo succionar; pedir la leche, no el semen; nombrar la pija, no el pene; elogiar la concha, no la vulva...
La libertad interior para expresar nuestras emociones y deseos eróticos es una condición de la potencia sexual. Únicamente así el instinto se descubre con amplitud. Ésta es una verdad consagrada del arte amoroso".


Comments:
este post refleja tus deseos? ....si tu contestacion es "no" , sos afortunada. si es "si" te deseo que maniana sea "no"!!!...el poder de la palabra es apabullante!!!....besos!!
 
no, mis reflejos no andan por acá.
gracias por preguntar, jeje.
 
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Nihil humani a me alienum puto (Terencio)