06 noviembre, 2009

lucha libre

El violinista se sienta en la silla dispuesta en el centro del escenario. La luz cenital le da relieve a la postura, está tan derecho que resulta sospechoso. ¿Se sentirá cómodo? ¿Le dolerá la espalda al final?
Poco le importa a él que uno se pregunte esas nimiedades.
Acaba de hacer sonar las cuerdas de una manera extraña y el violín sangra.
La tensión del cuerpo, la mano ligera que se deja llevar por el ritmo, o tal vez es al revés.
La muñeca de la mano derecha tiene el poder y el violín no para de sangrar.
El violinista sustituye el arco, sostiene por una cuchilla, hiere las cuerdas, raya la madera y el violín además de sangrar grita y se desespera, lucha contra el violinista, pero él lo tiene atrapado entre el mentón y la mano izquierda, bien apretado.
Ahora no hay duda, le va a doler la espalda al final, no puede ser que aguante tanto tiempo tan derechito. Entre la lucha y la postura va a quedar doblado el muy asesino de violines y menos mal que no es un Stradivarius. Pobre violín.

Comments:
No me llevo bien con los porcentajes y mi caso es atipico, no leo los manualesss! al menos desde que lei el de una carriola Chicco que entre otras cosas decia: Instrucciones de cerrado 1 saque al niño etc. etc. En la práctica observo y uso y generalmente me alcanza.
Saludos
 
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Nihil humani a me alienum puto (Terencio)