29 junio, 2008

quirófano

El camino al quirófano tiene un punto de vista particular, en general no nos desplazamos acostados por la vida, ni miramos el techo todo el tiempo. El camillero se apura y choca un par de veces, el paciente salta, aprieta los dientes, se agarra de la manta que lo cubre y listo, no hay mucho más para hacer cuando uno está en manos de otros.
Ser paciente de hospital, básicamente implica eso: estar siempre en manos de otros.
El camino sigue, el paciente sigue mirando el techo, hay luces, hay cámaras, poca acción. Hace poco tiempo trataron de matar a alguien en ese mismo piso, por eso pusieron cámaras.
El paciente, que va vestido con bata, chiripá verde y una especie de gorra de baño en papel desechable, verde también, se siente observado por los que pasan. Miran, piensan "pobre", o cosas así. En los rostros se lee pena o compasión.
El camillero abre la puerta del ascensor, otro golpe más de la camilla con la puerta y listo, el aparato sube hacia el block quirúrgico.
En ese piso donde la vida de la gente está expuesta, o eso es lo que podría pensarse, las conversaciones oscilan entre el próximo partido de fútbol y la rabia porque la agencia de quinielas nacional prohíbe jugar determinados números que son los que todos quieren jugar (y por eso los prohíbe).
Ya se siente el olor a alcohol yodado, se percibe sonido de metal, de vidrio, de risas también. Hace frío. El paciente es acomodado en la camilla, debajo de las intimidantes luces. Aparece el anestesista. Alguien, a quien no se le puede ver el rostro, coloca un aparato que controla la presión automáticamente cada tres minutos. Otras manos colocan la máscara de oxígeno.
De nada sirve pensar en cualquier cosa, pasan breves instantes y la anestesia hace efecto.
Después, mucho después, sintiendo que el tiempo no pasó, es extraño el despertar, el sonido a vidrio y metal, el olor, las caras satisfechas de los que están de pie... Es extraño y no hay necesidad de explicar por qué.

Comments:
Me colgué leyendote, muy bueno eh. Un beso desde Buenos Aires, Juan Pablo Peralta
www.portaldelperiodista.blogspot.com
 
Atención: "me colgué leyéndote" recuerda claramente a Don Zoilo, en el benemérito trozo que algunas dan en llamar Barranca Abajo.
 
Las horas son muchas,pero parecen pocas y al mismo tiempo lentas. Las miradas, los golpes de la silla y los comentarios al tu alrededor; no pueden faltar. El mundo se detiene pero sigue andando.
Muy bueno.
 
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
 
gracias a todos por leer y comentar!
 
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Nihil humani a me alienum puto (Terencio)