01 enero, 2007

otra de relojes

El tipo estaba ansiosamente esperando que los minutos pasaran y por fin el reloj diera las 12. Por fin empezaría un año nuevo y él por fin sería un hombre nuevo. Cambiaría todo. Sería más humilde, amaría más a su familia, trabajaría puntualmente y no tendría problemas con el jefe. Podría disfrutar de la vida toda, porque él sería otro hombre, distinto totalmente al que había sido el año anterior.
Pero el maldito reloj no avanzaba, no se movía, lo segundos eran tan eternos que el tiempo parecía estático.

Decidió servirse otro vaso de eso que estaba tomando y salió a la terraza a mirar el mundo exterior. No había nadie, no pasaban autos, no había brisa que moviera minimamente los árboles o los arbustos. Qué aburrimiento, pensó. Qué tristeza, pensó.

Prendió un cigarrillo, lo hizo con la lentitud del que no tiene nada para hacer salvo dejar pasar el tiempo. Apoyado en la barandilla miró el abismo, seguía vacía la calle, desocupados los autos estacionados, quietísimos, no pasaba nada.

Volvió al lado del reloj, a seguir imaginando con ilusión todo lo que cambiaría apenas comenzara el año. Entrecerró los ojos viéndose feliz, tranquilamente feliz.

Debe haber sido en una de esas proyecciones de felicidad, en alguna imagen sumamente acogedora, en que el sueño lo desvalijó de todas las ilusiones para sumirlo en la nada, en una nada que ni siquiera pudo después recordar. Cabeceó tratando de no dormirse. Hasta que despacio fue cediendo al sueño.

Abrió los ojos lentamente horas después. Miró el reloj con curiosidad, dudó de la hora sin poder creer que era la hora que era. Habían pasado mucho tiempo desde la medianoche tan esperada. El año ya había empezado, hacía horas que era el 2007. Una angustia exacerbada se le clavó en el medio del pecho. Cómo había dejado pasar el momento culminante, cómo fue que no se dio cuenta, que no escuchó los fuegos artificiales, las campanas de la iglesia contigua. Cómo fue que nadie llamó por teléfono, que su propio reloj biológico, que tanto había estado entrenando, no lo despertó.

Salió a la terraza, nada había cambiado. Todo seguía igual de desierto. Prendió otro cigarrillo con la misma lentitud. Detestó sus gestos, idénticos a los del año pasado. Nada había cambiado en él, y supo que, seguramente, nada cambiaría.


Comments:
salú Dina!
 
No, probablemente nada cambie...
Podría salir una serie del hombre de oficina, uno más y tenés la trilogía.
Un abrazo apurao.
 
Me encanta, sí. No se la ve tan seguido por el maldito msn, que en realidad es maldito como todos los relojes, los años nuevos y la vigilia. También es verdad que de vez en cuando uno depende del teléfono, así estamos. Chinchín!
 
Hay personas a las que se les va todo en proyectos.....como si fueran arquitectos
Un saludo.
 
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Nihil humani a me alienum puto (Terencio)